Alexey y Mateo
Texto: Luis Torrente
Alexey y Mateo son hermanos. E hijos de Gabriela.
Pero no siempre fue así. Nacieron en Rusia, en lugares distantes y en años distintos.
Mateo es hermano de Alexey porque Alexey se empeñó. En cada cumpleaños, en Nochebuena y en Reyes, su único deseo era tener con quien jugar, con quien pelearse, con quien llorar y con quien reír. Su insistencia obtuvo fruto.
Alexey tiene las cosas claras. Quiso tener un hermanito al que cuidar, y lo tiene. Quiso convertirse en bailarín, y lo es. Quiso dejar de padecer acoso escolar, y lo ha superado. Dice que hemos de perseguir nuestros sueños, cueste lo que cueste.
Alexey cierra los ojos y baila. Cuando su cuerpo se mueve de un lado a otro es feliz, se siente vivo, en comunión consigo mismo.
Mateo se mueve mucho, pero no baila. A Mateo le gusta construir, inventar. Es un “polvorilla”. Inquieto, guasón. Cuando hace mucho frío se pone morado y se desmaya. Por eso no tiene muchas ganas de volver a Rusia. De mayor quiere ser ingeniero de Legos.
Conocimos los fragmentos de estas vidas, las de Mateo y Alexey, y la de su madre, Gabriela, en el Teatro Tribueñe, el teatro del barrio. El jueves 20 de diciembre los alumnos y alumnas de 4, 5 y 6 del Amador bajaron a ese precioso sótano de la calle Sancho Dávila con mucha curiosidad y expectación. Verían la película documental. Estarían los protagonistas. Podrían hacerles preguntas.
Su directora, Alana Simões, no pudo venir. Tampoco Alexey, que tenía que ensayar porque va a representar «Peter Pan Ballet» con la Escuela Víctor Ullate. Dejó grabado un saludo muy motivador. Pero sí estaba Mateo, y estaba Gabriela, y estaba su hermano Pedro Ruigómez. Todos se apellidan Ruigómez y viven de Madrid. Y al acabar la proyección, entre vivas y aplausos, respondieron a las preguntas del público.
Ahora sabemos que Mateo no juega a Fornite ni a cosas así. Prefiere los Legos y le gusta mucho Star Wars. Sabemos que el rodaje de Mi hermano duró 8 años. Que Gabriela no estaba muy convencida del rodaje, pero que cedió. Y no se ha arrepentido. Sabemos que Gabriela es, como todas la madres, la mejor del mundo. Sabemos que Alexey es tan maduro que sabe disculpar a los que le acosaban en el colegio: “No hay que olvidar que eran niños”. Ahora conocemos a esta familia como si fueran compañeros nuestros, vecinos del barrio, amigos de siempre.
Sabemos ahora que la vida de cada uno de nosotros tiene un valor inmenso. Y que la familia es muy importante. Y que hay familias diversas pero todas igual de valiosas. Sabemos que cada jornada es una lección de vida y que cada día dejamos nuestra huella en el mundo. Sabemos que si lo cuidamos será mejor. Cada día mejor. Y sabemos, como dice Alexey, que si no perseguimos nuestros sueños nunca los alcanzaremos.